Vivimos en una época donde el papel y la contribución que las ciencias sociales tienen en nuestro mundo está permanentemente en cuestión. La pregunta no es absolutamente nueva, aunque sí lo constituye la urgencia con la que distintas instituciones demandan justificar el trabajo de estas disciplinas. Una virtud que tienen las ciencias sociales es su capacidad para problematizar el mundo y cuestionar nuestras instituciones tradicionales (eso lo hemos aprendido de autores muy diversos: desde Michel Foucault a Paul Rabinow, pasando por Gilles Deleuze o Tim Ingold). Una manera de pensar la antropología pasa por concebirla como un oficio con el que construimos preguntas que nos obligan a pensar y con las que traemos algo nuevo al mundo: no solo una descripción, un dato o un análisis, las problematizaciones antropológicas son el umbral para la construcción de conceptos con los que entender el mundo en nuevos términos. Conceptos como el de don, género o oculocentrismo arrojan nueva luz para comprender los mundos que nos rodean.
Nuevos tiempos requieren, sin embargo, nuevas preguntas y no son pocas las ocasiones en las que las ciencias sociales parecen simplemente reproducir una y otra vez las preguntas de siempre, para las cuales tenemos las mismas respuestas. Quizás no nos estamos haciendo las preguntas desafiantes que el mundo actual requiere y no estamos construyendo las problemáticas que nuestra contemporaneidad demanda. La razón para ello se debe, en parte, a que nuestros modos de indagación no están adaptados para los desafíos que nos plantea la complejidad de nuestro mundo actual, así lo formula, por ejemplo, el antropólogo Paul Rabinow (2003) en su libro ‘Anthropos Today. Reflections on Modern Equipment’:
“The currently reigning modes of research in the human sciences are, it seems to me, deficient in vital respects. Those deficiencies are especially marked in the strained relations between an ever-accumulating body of information, the ways that information is given narrative and conceptual form, and how this knowledge fits into a conduct of life. No doubt all of this demands further elaboration, and this book attempts to respond to that demand”
(2003: 2)
El trabajo de Paul Rabinow resulta especialmente inspirador para pensar en los límites actuales de eso que llamamos método. Rabinow lleva dos décadas argumentando la necesidad de renovación de lo que él llama el equipamiento de la antropología, tanto el toolkit conceptual como sus modos de indagación. El autor nos dirá que hay una deficiencia que va desde la acumulación constante de información, a las formas narrativas de las ciencias humanas, pasando por el individualismo de la práctica antropológica, así como sus pedagogías, todo ello limita la contribución que las ciencias humanas son capaces de hacer. El proyecto de renovación que propone es concebido como un ejercicio experimental; sería interesante continuar esa exploración sobre la experimentación antropológica (y etnográfica) pero eso lo dejaremos para otro momento, regresemos ahora al asunto del método.
Si consideramos las investigaciones de las ciencias sociales veremos que el repertorio de métodos que tienen es limitado: entrevistas, cuestionarios, grupos de discusión, observación participante (y etnografía), análisis de archivos… y algunos más. En el caso de la sociología, las entrevistas y los grupos de discusión son especialmente dominantes. Par el caso de la antropología, la etnografía es su método paradigmático, entendida como combinación de la observación participante y la entrevista. Un inventario de métodos reducido donde además los métodos son, cada vez más a menudo, insuficientes parta acometer el estudio de realidades emergentes en nuestras sociedades.
Pensemos, por ejemplo, en la etnografía digital, llevó muchos años hasta que la antropología asumió primero que Internet y lo digital eran objetos relevantes para su estudio y, segundo, que la etnografía podía internarse en esos ‘territorios’ sin perder su autenticidad (cualquiera que esta sea). Hoy en día, hacer etnografía digital o utilizar técnicas digitales se ha convertido en algo aceptado, aunque este método sigue siendo marginal en la formación disciplinar. Si bien el desarrollo de la etnografía digital permite abordar ese dominio de indudable importancia en nuestras sociedades, hay muchos otros habiendo ámbitos y fenómenos (digitales, entre otros) para los cuales la antropología no está ni teórica ni metodológicamente preparada, entre ellos: el estudio del Big Data, el análisis de los algoritmos… Si una antropóloga quiere enfrentarse a esos objetos se verá en dificultades metodológicas, una situación que evidencia la necesidad urgente de una reflexión amplia sobre la actualización de nuestros métodos.
Las ciencias sociales, como otras instituciones, van siempre a la zaga una nuestra realidad que tratan de comprender y aprender y que les desafía a adaptar y flexibilizar sus métodos y modos de hacer. Sin embargo, las ciencias sociales (y la antropología entre ellas) son habitualmente rígidas en el aprendizaje y aplicación de sus métodos. Este es el argumento que plantea John Law, un académico de los Science and Technology Studies (STS, Estudios de Ciencia y Tecnología). Su diagnóstico lo encontramos formulado en esos contextos donde se nos indica que la etnografía se hace de tal forma, dura tanto tiempo, se ejecuta de cierta manera y debe producir un tipo de producto muy concreto. Esa falta de flexibilidad metodológica resulta en la incapacidad para indagar un mundo que exige a menudo cambios, adaptaciones y re-conceptualizaciones de nuestros modos de indagación.
Si regresamos sobre el caso de la etnografía digital veremos que la realización de etnografías de mundos o tecnologías digitales exige reconceptualizar completamente algunos pilares fundamentales de la etnografía: desde el significado de la co-presencia, a las formas de registro o lo que significa la observación y (en no menor medida) la participación).
John Law (2004) va a criticar en su libro After Method precisamente la normatividad excesiva con la que los métodos se exponen (en manuales y aprendizajes, por ejemplo) y la hegemonía de ciertas versiones de estos, esa idea según la cual una etnografía, una entrevista o una observación participante se hace de tal manera y solo de esa cuando, en realidad, toda antropóloga sabe de lo enormemente flexible que es la práctica etnográfica y las innumerables expresiones situadas que tiene la etnografía aquí y allá. Esto no significa que todo vale o que cualquier cosa cuente como una etnografía (por ejemplo), sino que es necesario reconocer una saludable diversidad que forma parte del oficio etnográfico —que vale para la etnografía se aplica también a otros métodos—. El argumento de John Law es que necesitamos que nuestros métodos sean menos rígidos en su aprendizaje y en su aplicación, es necesario que dejen margen para la improvisación, la creatividad e inventiva tan necesaria en el trabajo empírico, así lo señala el autor:
the problem is not so much lack of variety in the practice of method, as the hegemonic and dominatory pretensions of certain versions or accounts of method. I will return to this question, that of the normativity of method, shortly
(Law, 2004: 4)
El argumento de John Law es que necesitamos pensar en los métodos de manera más amplia, más generosa, más flexible. Y para ello reclama unos métodos que sean más arriesgados y que no teman la incertidumbre; unos métodos que sean más lentos, más modestos, más vulnerables, más callados, más múltiples:
Method, in the reincarnation that I am proposing, will often be slow and uncertain. A risky and troubling process, it will take time and effort to make realities and hold them steady for a moment against a background of flux and indeterminacy (2004: 10)
[…]
To live more in and through slow method, or vulnerable method, or quiet method. Multiple method. Modest method. Uncertain method. Diverse method. Such are the senses of method that I hope to see grow in and beyond social science. (2004: 11)
Hay pues dos críticas que considero relevantes hacia los métodos convencionales, de un lado la incapacidad que demuestran para hacer las preguntas desafiantes que demanda nuestra contemporaneidad, de otro lado, la rigidez (en la práctica y el aprendizaje) que no permite que los métodos se adapten a los desafíos empíricos del presente. Ante esa situación nos encontramos con diversas propuestas que invocan la necesidad de que pongamos en práctica formas de inventiva metodológica.