Las secciones anteriores pretenden evidenciar que al hablar de multimodalidad no nos referimos solo a nuevas formas de representación que hacen uso de tecnologías digitales, el debate sobre la antropología multimodal es mucho más amplio y propone un replanteamiento del proyecto disciplinar de la antropología, una apuesta programática por encarar los desafíos del mundo presente a partir de la experimentación amplia con los modos de indagación, en todas las múltiples instancias del oficio antropológico.
Vivimos tiempos extraños y complejos en los que nos encontramos con el desafío de dotar de relevancia al oficio de la antropología (y de manera general a las ciencias sociales): ¿cómo pueden responder a las grandes problemáticas de nuestro mundo? Ese desafío que plantea Martin Savrasnky demanda ser capaces de inventar modos de hacerse preguntas que son diferentes de los actuales o, dicho de otra manera: conocer cómo debemos conocer. Una cuestión que no está desligada de la pregunta sobre cómo vivir, porque el cuidado del yo demanda un cuidado del mundo, que a su vez requiere un cuidado del conocimiento.
Conocer de otra manera reclama una renovación de las ciencias sociales que requiere de la invención y la especulación, dos actividades que han sido expulsadas de las propias ciencias sociales: “For unlike art practices, scientific practices have been historically presented as the only ones who have succeeded in becoming emancipated from the contaminating burden of human invention, imagination, intentionality, and freely engaged passion” (Savransky, 2016: 59). No es suficiente con los diagnósticos desesperanzados del presente ni los pronósticos agoreros de un futuro peor, la antropología necesita desarrollar formas de especulación que nos ayuden a salir de un presente limitado.
El concepto de especulación tiene aquí un sentido muy preciso que no tiene nada que ver con el uso común que asocia la especulación con la actividad financiera, una práctica calculadora que busca maximizar beneficios traficando con el futuro. Tampoco se refiere a la especulación como un puro ejercicio imaginativo. La especulación de la que nos habla Savransky se refiere a una práctica destinada a configurar formas de vida, para quien especular es una manera de resistir al futuro que nos dicen que va a venir, o dicho de otra manera: especular es abrir el sentido de lo posible. Querría pensar que la antropología multimodal es una propuesta programática movida por esa experiencia de urgencia, una que hace de la invención el pilar para una renovación disciplinar.
El concepto de invención (o su pariente cercana, la creatividad) no forman parte del vocabulario habitual de antropología (o las ciencias sociales), sin embargo, no es completamente ajeno. El giro retórico de la antropología nos mostró que las formas de escritura y representación de la disciplina estaban atravesadas por la poética. Frente a la idea de que la escritura antropológica nos mostraba una realidad sin mediación alguna, comenzamos a concebir los textos antropológicos como ficciones, en el sentido de obras construidas que requieren de notables dosis de creatividad.
Raramente invocamos esa creatividad e inventiva para las prácticas empíricas también, sin embargo, a poco que lo consideremos el oficio antropológico ha estado siempre atravesado de inventiva y creatividad. La investigación empírica, eso que llamamos trabajo de campo, está repleta de inventiva social. El proyecto de los Fortun así lo evidencia. No hay manual que indique cómo construir una infraestructura del tipo que ellos han diseñado, esta es resultado de un trabajo conjunto con sus contrapartes, lo que podríamos describir como el producto de su inventiva relacional. Lo mismo podemos decir de otros proyectos multimodales que son resultado de gestos de invención relacional de las antropólogas con sus contrapartes. Así es en estos casos singulares, pero también en otros momentos históricos: la observación participante es el resultado de la invención, en un determinado momento, de una forma de estar y relacionarse con las contrapartes para producir conocimiento.
Roy Wagner (2016) ya argumentó hace medio que la práctica antropológica es un ejercicio de inventiva por el cual los antropólogos inventan la cultura que dicen estar investigando. Para Wagner, los mundos sociales están atravesados por una inventiva que es consustancial, tanto como la práctica antropológica. Aunque Wagner se refiere a la condición simbólica de nuestros mundos sociales y la invención que desarrollan los antropólogos en sus análisis, podemos ampliar su argumento para pensar que el oficio antropológico es siempre un acto de invención en sus distintas instancias, desde el análisis a la representación, pasando por la práctica empírica. Las antropólogas inventan siempre sus relaciones antropológicas, en el doble sentido de esa palabra: las relaciones sociales, pero también las relaciones representacionales, los relatos del campo.
Las antropologías multimodales van a reconocer, así lo hacen Marrero y Dattatreyan, la presencia de la inventiva en los proyectos antropológicos que se desarrollan hoy en día y van a reclamar una política de la invención en la cual la antropología no se plantea como una práctica puramente descriptiva sino también performativa. Eso quiere decir que tal propuesta programática reconoce que el ejercicio antropológico contribuye a cambiar nuestras formas de existencia: “approaches to inquiri that participate in the performativity of social life—that experiment with the what is to contribute to the what may be” (Marrero y Dattatreyan, 2019: 3). La antropología multimodal es, pues, una antropología que no experimenta únicamente con lo que el mundo es, sino que a través de sus ejercicios experimentales especula con lo que este puede ser.
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